Post Top Ad

La mirada Subterránica

Lo mejor de la música

Post Top Ad

Rock al Parque y el año 2013, el primero en que sus errores fueron tangibles.

Por: Pablo Wilson (Periodista y escritor independiente. Autor del libro "Alternacion 62 -12")

Que quede claro que esto no es una crónica de lo acontecido el pasado fin de semana, sino —que intenta ser— un reposado puñado de consideraciones acerca de ciertas cuestiones que merecen atención, quizás inmediata.

Es complicado hablar sobre Rock Al Parque. Todos sentimos nos sentimos con la respuesta de algunos o de muchos de sus problemas y naturalmente carecemos de muchos datos necesarios a la hora de hacer una crítica seria. Podemos intentar esbozar argumentos como que se falla en los criterios de selección de las bandas internacionales, nacionales y distritales; que el cambio de fecha realizado hace años fue un desacierto (algo que argumentó muy bien el respetable escritor amigo Umberto Pérez, pero que personalmente no termino de compartir) o que el legendario e infaltable monstruo de la rosca está contaminando el festival. Pero para probar todo esto, harían falta datos que no tenemos. Por ejemplo en el primer argumento sería necesario comprobar nexos familiares, afectivos, políticos, etc. entre los jurados y las bandas favorecidas; ver los términos en los que se realizan los intercambios con los pares nacionales y conocer los precios de cada una de las bandas presentadas y de las otras posibles opciones que quedaron descartadas. En el segundo habría que tener datos e información de los costos de las diversas agrupaciones internacionales en las diferentes etapas del año (un Bloc Party no cobra lo mismo en octubre, que en la época veraniega europea). Y en cuanto al argumento de la rosca... Bueno, desenredar las roscas de Rock Al Parque; sería algo así como desenredar las roscas de la política en general. Apague y vámonos.

Es por ello que a los defensores y organizadores del certamen el argumento de que se opina desde el desconocimiento les resulta demasiado práctico, tanto que hasta en algún punto la gente se lo cree y prefiere no opinar. Pero dejarnos llevar por esta tendencia sería favorecer a una postura elitista, a ese grupo de gente que se siente la única inmaculada para debatir en esta problemática y que rara vez escucha contraopiniones. Por otro lado también estamos los que nunca quisimos pararnos en el lado de la crítica, porque consideramos más valioso defender Rock Al Parque con nuestro corazón de aquel viejo conservatismo acechante; ese que ve al evento multitudinario musical gratuito más grande de América Latina como un ritual satánico de jóvenes de pelo largo. Menos mal que hasta ahora al Procurador no se le ha ocurrido salir a hablar del tema (al menos hasta donde tengo entendido), porque ese día sí que nos llevó el putas. Es decir, ahí sí que nos lloverían los estereotipos malintencionados.

Pero en el amor, en la política y en el periodismo los corazones se rompen; y hablo de los corazones del público en general, no del mío o de los amigos y colegas que comparten mi postura (debatida en diversas oportunidades). Una prueba de ello fue la baja concurrencia del primer día en el pasado año 2012 difícilmente confrontable con cifras, ya que el multitudinario evento siempre aumenta unos pesitos a sus ganancias estadísticas. La razón por la que un día de metal y sonidos extremos con bajas notorias en la concurrencia es una catástrofe, es porque son los amantes de las vertientes más duras del rock los que siempre asisten llueva, truene o relampagueé (prueba de ello un filarmónico de Kraken que fue acto de apertura de una tarde del 2005). Y desde este punto de vista el mensaje enviado el año pasado por los amantes del metal (y de los géneros símiles) al concierto fue bastante claro. En cuanto a lo que respecta al pasado fin de semana, la baja concurrencia del escenario Plaza el día domingo y lunes (y la del festival en general, con un estimado de 30.000 y 50.000 personas respectivamente, en un espacio que puede llegar a albergar por día aproximadamente 140.000 con sus tres tarimas llenas) no obedece a una especie de venganza de los “fieles” del rock, sino a simple pereza. A una no generación de motivación suficiente para trasladarse hasta el espacio de la calle 63 y la transversal 60. Así que culpar al público por su falta de interés en las propuestas foráneas traídas para esta edición no es precisamente lo más apropiado para hacer. Porque en años anteriores Bogotá no conocía a figuras de la talla de Buraka Som Sistema, Skindred, Asian Dub Foundation, o Mutemath entre muchísimas más y sin embargo en cada una de aquellas ocasiones los asistentes se hicieron sentir. Exponentes colombianos por su parte, siempre hay para todos los gustos. Pero en un país donde el rock es en raras ocasiones rentable y falta apoyo por parte de los medios de comunicación en general, pedirles a ellos que sean los garantes del público resulta injusto.  

México fue la antesala al desastre, una fallida mini gira (realizada hace aproximadamente un mes) que según los medios especializados de dicho país reunió un aproximado de 1500 personas. Su fatídico desenlace no sólo tiene que ver con el desacierto de poner a musicólogos colombianos a adivinar cuales podrían ser las bandas más apropiadas para presentarle a los norteños, sino con los dudosos favoritismos que existieron en el proceso. Mismo tipo de favoritismos repetido a la hora de acomodar una grilla (no ese tipo de “grilla”) horaria, que brindó lugares de privilegio a artistas nacionales y distritales que pese a su enorme talento y/o originalidadno tienen una cantidad notoria de seguidores. Y resulta que son los resultados tangibles los que garantizan el éxito del evento y que una edición XIX fallida, no es una buena propaganda para conseguir buenos recursos para poner la número XX a la altura que se merece. Las propuestas internacionales por su parte, fueron de una calidad nada desdeñable, pero se pretendieron mucho más apropiadas de lo que realmente terminaron siendo. Calidad no es igual a efectividad.

Es cierto que en materia foránea por donde quiera que se lo mire el primer día fue un gran acierto, pero en cuanto al resto del cartel, hay que reconocer que la única agrupación realmente trascendente era Illya Kuryaki And The Valderramas (nunca apta para finalizar el lunes).  Junior Kelly es un artista pop dentro del reggae jamaiquino, pero no todo el público de las músicas verdes es ávido conocedor del circuito artístico isleño. Y con Eruca Sativa pasó algo parecido a cuando vino Ina Ich en el 2010, trajeron para unos pocos una banda impresionante en tarima, con el gran agravante de que en este caso los presentaron como una de las cartas fuertes del emblemático concierto. No lo eran. Rock Al Parque es un excelente lugar para ver propuestas independientes, pero no es sólo eso, porque las propuestas independientes por sí solas no convocan. Admitámoslo, Living Colour (el mayor as bajo la manga que tenían los organizadores exceptuando a IKV y a los referentes metaleros)  terminó siendo un regalo para los eruditos locales y en un cartel falto de artistas de renombre, su sorpresiva baja asistencia (o quizás ni tan sorpresiva) resultó desastrosa. Pregunta: ¿Se contaba con el mismo presupuesto de años anteriores, o justo para el 2013 hubo una disminución del mismo? Vuelvo a remitirme a lo dicho al comienzo de la nota, mucho se puede hablar, pero hay detalles puntuales que sólo los conocen quienes están dentro de la organización. 

Francamente no tengo idea (no tengo por qué tenerla) que es lo que falló en este Rock Al Parque, pero el punto es que es innegable que varias cosas fallaron. Este es el primer año donde las falencias fueron realmente tangibles, o al menos así parecen indicarlo los llamados a la reflexión que lanzaron integrantes de medios como Shock, Terra, El Tiempo o Radiónica. Quizás porque aunque todos los años las críticas son moneda corriente, este año el gran ausente fue el público y un evento masivo cultural y/o político sin público no funciona. Y el gran problema es que todo esto va en detrimento del rock nacional y de la imagen del festival tanto a nivel institucional, como en torno a su imagen internacional. En cuanto a esta última habría que remarcar que el festival no sabe tratar a la prensa independiente. Como argumentarlo sería material de otra nota, me limitaré al hecho puntual de que hace algunos años durante el acto de cierre, un fotógrafo de un medio amigo no podía sacar fotos del show principal por la cantidad incontable de personas ajenas a medios de comunicación que había en el área de prensa (entre ellos y debutando en la labor periodística, Antanas Mockus y familia) ¿Será por situaciones parecidas a esta, que en el año 2007 llegó la Rolling Stone Argentina acompañando a Catupecu Machu, Carajo y Azafata; y jamás volvió a pisar suelo criollo? Este año, arribaron Alfredo Lewin (ex-MTV) y su compañero Cote Hurtado del medio independiente chileno Rockaxis ¿Serán benevolentes con sus críticas? ¿Volverán a nuestras tierras? Amanecerá y veremos.

Esta reflexión no trata de tirar malas energías, sino de abordar un hecho puntual: El próximo año será la edición número XX del evento gratuito musical más grande de todo el continente. En términos de colegio, podría decirse que estamos a las puertas de un ICFES que se toma cada cinco años. Por ende, si estos errores no se corrigen para la próxima edición el tesoro más grande de la escena alternativa nacional podría quedar en la línea de fuego (si no es que no lo va a estar con los resultados de este año). En septiembre saldrá mi primer libro, una mirada subjetiva a la escena nacional que entre otras cosas agradece y pone en alto el nombre de Rock Al Parque; y que le agradece por lograr que todo este engranaje se mantenga en funcionamiento sin interrupciones desde 1995. Así que reitero, no es mala onda, es preocupación por un ícono de la música nacional que necesita replantearse.  

Para terminar, me gustaría enumerar tres conclusiones que al cierre al menos para mi quedaron bastante claras.

1. Rock Al Parque no puede ser cerrado por una banda que sólo tiene tres hits (“Abarajame”, “Coolo” y “Jennifer del estero”). Es cierto que nos estamos quedando sin bandas aún no presentadas de rock latino para semejante responsabilidad y que las anglosajonas son realmente costosas. Pero se me ocurren muchas otras agrupaciones que por lo menos, tienen mayor cantidad de éxitos. Recordemos que este es un festival masivo, al aire libre y no un evento premium realizado para una pequeña audiencia. En una escena donde el rock colombiano rara vez es rentable, echarle la culpa al público su no participación me parece un tanto ingenuo.

2. Por fortuna al rock colombiano en inglés le falta mucho para ser aceptado únicamente por su condición de tal. Teniendo en cuenta que Alvin Schutmaat honestamente ha aclarado que su interés no es el de buscar públicos, habría que decir que la sospechosaubicación de una banda con sólo dos años de formación antes del acto principal, fue el equivalente al lanzársela a los leones. El virtuosismo y el erudismo por sí solos no hacen una banda de rock. Y si bien es cierto que se supone que la banda anterior por recomendación de la Cruz Rojadebe servir para calmar los ánimos de los asistentes, poner a debutar en ese horario a una banda no me parece lo más apropiado. Termina siendo incluso perjudicial para la propia agrupación que se busca “premiar”.


3. Es imperante aclarar cuál es el criterio de selección de las bandas invitadas, ya que mientras el público del festival no entienda que es lo que hace meritorio que algunos sean invitados de honor y otros reconocidos referentes deban pasar por convocatoria, seguirá quedando esa impresión de que el hedor de la rosca está esparcido por los aires. 

Post Top Ad