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La mirada Subterránica

Lo mejor de la música

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¡Aquí vamos otra vez! Es el título de la segunda producción musical de las 1280 almas que fue editado en 1994, un título premonitorio dado que hace unos años sobre la tarima de Rock al Parque pidieron encarecidamente que no los invitaran más, que el festival debería darle paso a nuevos nombres y bandas que no se habían presentado. Las Almas regresan para esta edición… de nuevo.

Ok, como dijo Gustavo Chucky García, el eternizado “curador” del festival, “Hay algunas bandas que siempre estarán en Rock al Parque”, justificando este circulo de amistades con el argumento de que esas son las bandas que la gente quiere. ¿Tiene razón? Bueno, en parte sí, la escena colombiana de rock actual es verdaderamente paupérrima, es su mayoría se compone de un montón de bandas que carecen de sentido creativo y cuya meta última en la vida es hacer el sueldo que son incapaces de hacer de otra manera pero que le es tan esquivo aun más con el rock ¿Cuál es la única manera de hacer ese sueldo en Colombia? Jugando el juego del estado que este año se encamina hacia una ideología de género, inclusión forzada y líneas de pensamiento que para algunos han sido un escándalo en el país de los hipócritas, como por ejemplo cuando la banda Marduk fue censurada por un fanático extremista parte del gobierno, pero que ahora está bien presentar con recursos del estado varias bandas de Black Metal (No hay quien llore en este momento) o está bien subir al escenario a un desfile del orgullo gay mientras que Paul Gillman fue expulsado. ¿Si ven? Así juega Colombia en todo momento, de manera “morronga”, como le conviene para agarrar dinero y para mover las piezas como sea. El problema no es el pensamiento retrógrado y tercermundista sino la manipulación de los mensajes de acuerdo a la moral de turno, eso es lo que la música no debe perdonar, que se es usada para fines totalmente diferentes a su propósito. Pero bueno ¿Quién le dice que no a un colombiano si siempre se tiene la razón?

En todo caso para los lectores más jóvenes quiero contarles que alguna vez Rock al Parque fue un importante festival para Bogotá, en los noventas era este el espacio en donde se conocían por primera vez y se consolidaban las bandas que hoy llamamos “grandes”, ahí se escucharon por primera vez a muchos de los que llevan las banderas de lo que se puede llamar Rock Colombiano, incluso Radioactiva y Shock al día siguiente comenzaban a publicar a estas bandas, todo eso antes de que este par de medios se convirtieran en un mal chiste y un agente destructor para la escena. Rock al Parque y todos sus cómplices (perdón, aliados) antes eran chéveres, que bueno sería que las bandas se desestatalizaran y que Rock al Parque regresara a ser esa plataforma.

Llega una nueva edición después del fallido intento de hace un año cuando sin que ningún colombiano se inmutara mezclaron todos los festivales y presupuestos en un bodrio cultural y que busca redención con esta edición, pero seamos honestos, esto pinta más aburrido que la cuarta parte de Indiana Jones.

Para comenzar volvemos a los grandes gastos del distrito en un supuesto festival que debería ser el trampolín o la plataforma para que el rock bogotano se visibilice, pero esto no sucede, a esas pobres bandas arrodilladas que pasan todo ese enredo burocrático para ser una de las “afortunadas” que tocan en el festival, las programan en los primeros horarios de cada escenario cuando literalmente no hay nadie, he cubierto rock al parque desde hace muchos años y jamás, nunca, ni siquiera por error una banda de las dos de la tarde ha tenido un publico nutrido, los días en que mejor podría ser son las jornadas de Metal, entonces el premio al final no es premio, nadie ve esas bandas, muy poca gente, ningún periodista las cubre porque los periodistas aparecen mágicamente a las seis de la tarde en la zona y en fin… ahí llega todo el esfuerzo.

Por otra parte, es inaudito que un festival de estos, tan costoso, que se traga una buena parte del presupuesto de festivales de Idartes no tenga ni siquiera una banda de primera línea, es que ya no pudieron traer por enésima vez a Fito o a Molotov porque el Festival Cordillera ya lo hizo, entonces ¿en serio? ¿El festival gratuito más grande de américa (eso dicen ellos) no tiene un solo artista de primera línea? Lo mejor que pudieron hacer es una banda sueca de los noventa y Épica con todo ese presupuesto que se gastan en carpitas blancas. Para ser un festival con “tanta experiencia” parece que no tienen ni convocatoria con los artistas ni interés por parte de ellos, mientras varios se pelean por espacios en festivales internacionales acá toco rellenar esos tres días con las bandas raras de los amigos bookers de Idartes que a propósito ganan buenas tajaditas de billetes y negocian los horarios de sus presentaciones.

No hay nada con la fuerza necesaria para un esfuerzo de estos, ni internacional, ni mucho menos nacional, el rock colombiano sencillamente ya no existe, se perdió en la necesidad, el ego y la sobreactuación de sus actores, engreídos, convencidos de que son estrellas, llenos de bandas tributo y de música original monótona, el rock en Colombia fue asesinado por esos movimientos de doctrina que vendieron que la papayera eléctrica o cualquier cosa que se conecte en un tomacorriente es rock. Queda el Metal para sacar la cara por el país, en donde si hay bandas de alto calibre que están ya para salir a girar a otros países Pero ¿cómo? Si hasta eso monopolizaron, otra vez enviarán a los mismos parceros al barco y a México, la historia se repite tanto que ya ni siquiera es interesante sino aburrida.

Por ahora, acá hay una pequeña selección de ocho artistas que vale la pena ir a escuchar y ver en el festival más extraño del mundo, porque por ahí entre tanto ripio y escombro, algunos viejos conocidos y vainas que son de todo menos rock, se esconden algunas joyitas.

Herejía


Vitam Et Mortem


The Scum


Las Tres Piedras


Catupecu Machu


Lucybell


Épica


Sekta Core


Rock al Parque Nov 26 y 27, Diciembre 3 y 4 Parque Simón Bolivar. Bogotá, Colombia.

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